lunes, junio 14, 2010


Preguntó la hora cuatro veces.
- Ten to four - contesté las cuatro veces con mi cara más amable.
Quedaban dos horas en el Café Gaudí y este personaje particularmente, me descolocó. Era una mujer. Vaya Dios a saber su edad: acá en Canberra todavía no distingo las edades de la gente, todos parecen suspendidos en el tiempo, como si no existiera, como si siempre hubiera sido así.
Llevaba una bolsa en la mano y un gorro de lana roja en la cabeza. Miraba hacia los costados.
-Cubrime en aquél rincón que voy a pasar - me dijo. Acatando órdenes por inercia, lo hice: cubrí sus espaldas para que saliera del shopping en paz. A esta "loca" de pelo cortito ya la conocen todos acá en el Westfield Centre. Supongo que en unos meses me sumaré a la corriente de no entenderla e ignorarla, no ayudarla, sin piedad. Vaya a saber uno quién es el cuerdo y quién el loco acá. ¿Qué habrá en esos rincones? ¿Qué es eso que teme?

Poco tiene que envidiarle a la "Vieja Besuquera". La primera vez que le llevé un café me pidió que le sacara una foto. Me agradeció con un abrazo que no le negué y ahora, cada vez que le llevo un café ando con miedo de sus demostraciones de afecto. Me da un poco de risa. Miedo a que me abrace jajaja!

También hay un hombre que entra y da órdenes como si fuera el dueño: no lo conoce nadie. Esta tarde me apuntó con un cuchillo y rió malévolamente. Supongo que fue puro teatro.

Es cuestión de seguir atendiendo las mesas y estos temas escribirlos por la noche mientras todos duermen.

pd: Hoy conté las sillas que entro cuando cerramos el local por la tarde: ciento dieciocho!!

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